KRONOS

Revista cultural electkrónica.

Año 0, Número 1, Noviembre 1999.


Galería de letras.

Casa tomada.

De cuarto en cuarto.

Alto a mi suicidio.

Divagaciones y elucubraciones a partir de Borges sobre la lectura.

Se vende o regala inservible corazón.

Las noches de primavera.

Atentamente.

Crítica (sobre la forma) al V Informe de Gobierno del Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, Dr. Ernesto Zedillo Ponce de León.

A quien no está.


Arriba

Casa tomada.

Del libro: Bestiario (1951).

Por: Julio Cortázar.

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los secretos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

 

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos a mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por los bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

 

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé porqué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

 

Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pull-over está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor de preguntarle a Irene qué pensaba a hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

 

Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esta parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica , y la puerta central daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente del pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por le pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que que llevaba a la cocina y al baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso se lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y en los pianos.

 

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui hasta el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la puerta antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

 

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

 

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

 

-¿Estás seguro?

 

Asentí.

 

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.

 

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

 

Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene extrañaba unas carpetas, un par de pantuflas que tanto la abrigaban en invierno. Yo sentía mi pipa de enebro y creo que Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

 

-No está aquí.

 

Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

 

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resulta molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.

 

Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:

 

-Fíjate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

 

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadrito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.

 

Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba enseguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.

 

Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiado ruido de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos ahí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos más despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alto voz, me desvelaba en seguida.

 

Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí el ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y en el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.

 

No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte, pero siempre sordos a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

 

-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta el cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

 

-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.

 

-No, nada.

 

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.

 

Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos a la calle. Ante+s de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

 

 

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De cuarto en cuarto.

Por: Guillermo Samperio.

Después de una temporada de relación por internet, Danira y Edgardo iban a pasar de la virtualidad a una entrevista real: iban a verse cara a cara. Habían acordado la cita en el restaurante "La Palmera Despeinada", cerca de La Quebrada, al atardecer, cuando la brisa les viniera del mar suavemente. Edgardo, alto, no mal parecido, fue el primero en arribar; llevaba un sombrero con cinta morada para que Danira lo identificara y pidió un vodka beach. La pasión de Edgardo por la computación le venía de jovencito, de cuando las computadoras medían dos metros de alto, cuatro de largo y se activaban con tarjetas perforadas. Con la modernización y los microchips, hasta contagió a sus padres, personas mayores y divorciadas; Edgardo mismo fue con cada uno a instalarles sus computadoras y les enseñó cómo utilizarlas. Estarían conectados los tres para lo que se ofreciera.

 

Frente a su vodka beach recordaba que primero se había metido a los chats sucios, esos cuartos virtuales a los que entran, desde sus computadoras anónimas, perversos que introducen obscenidades y convierten el intercambio de mensajes en una bacanal en la que Edgardo podía participar hasta la madrugada. Al otro día, desvelado y la energía menguada, pocas ganas le quedaban para invitar a salir a una chica, lo cual no era su fuerte; si no, para qué trasnocharse de cuarto en cuarto.

 

Edgardo eligió como pseudónimo "Guardián", nombre que le costó bromas, como "garañán", "ganapán", "jalapán" y otros motes inmundos. Luego de meses de andar como zombi en el día y como "garañán" en las noches, se le ocurrió meterse a un chat donde sólo se hicieran amistades. -Qué tal si por ahí me sale una amiga-, pensó; -y la amiguita podría ser del puerto mismo-. Entonces, lanzó el mensaje "Busco muchacha de Acapulco para charlar". Le salieron solamente venezolanas, chicanas, yucatecas, filipinas, españolas, o chihuahuenses, durante mes y medio.

 

De pronto, se le metió un tal "Lalo" que acusaba a Guardián de querer una menor de edad para su depravación; Guardián intentó explicarle sus buenas intenciones, pero Lalo prosiguió difamando a su interlocutor. Harto del mequetrefe, Guardián le escribió siete veces "¡boommm!", aunque sabía que una pistola sólo cargaba seis balas y le cortó el acceso para siempre a ese Lalo. En su interior, Edgardo en verdad sintió que había asesinado al hombre y se sintió satisfecho. Dos noches después, apareció un tímido -Yo soy de Acapulco y me llamo Danira-.

 

Decía tener 20 años pero, debido a ciertos detalles, Edgardo se dio cuenta de que Danira tendría, mínimo, 35, lo cual no le importaba, pues Guardián tenía ya 40. Lo que en un primer momento fue delicadeza entre Danira y Guardián, poco a poco se convirtió en rugosidad agradable, hasta que empezaron a mandarse besos y uno que otro "te quiero". Una noche, Guardián decidió avanzar y le mandó besos en el cuello; ella le regresó besos a donde él quisiera. Esto hizo que Guardián le besara los senos; Danira le besó el pecho y le desabrochó el cinturón. Guardián se sintió un poco cohibido, pero se envalentonó y le desabrochó a su vez la blusa, le quitó el sostén y la falda, hasta dejarla desnuda; Danira respondió de la misma manera y, de pronto, ya estaban haciendo el amor cada uno desde su computadora. Esto se incrementó, de tal suerte que se metían al cuarto, al chat, a cualquier hora del día. Fue entonces cuando tomaron el acuerdo de verse en "La Palmera Despeinada".

 

Edgardo bebía su vodka beach cuando sintió que le tapaban los ojos por detrás; una voz femenina habló: -Adivina quién soy-. -Danira- dijo él; -sí-, respondió ella. En un primer momento, Guardián creyó equivocarse al reconocer la voz, pero al girar y ver que Danira era su madre, sintió que le quitaban Acapulco de los pies. Turbado y torpe, le dijo a su madre, de nombre Yolanda, que un amigo lo había dejado plantado y Guardián se fue de inmediato. Mientras caminaba a trompicones, recordó de súbito que de niño a su padre le decían "Lalo", de nombre también Edgardo, porque una niña no podía decir "Edgardo". La angustia atenazó todavía más a Guardián, se le nubló la vista, brincó la cerca prohibida de La Quebrada, llegó a la orilla del acantilado, vio cómo las olas se estrellaban trastornadas abajo y, cuando el mar hizo un gran embudo, Guardián se tiró al vacío.

 

 

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Alto a mi suicidio.

Por: Denise Ron.

Lo se bien, soy un suicida en potencia y digo con tristeza que siento el miedo corriendo por mi saliva, mi sangre, mis lágrimas, mi sudor... soy una cascada de sangre.

 

 

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Divagaciones y elucubraciones a partir de Borges sobre la lectura.**

Por: Francisco Rangel.

A Armando.

"El terror del paracaidista dos metros antes de llegar al suelo es la mejor manera de describir la idea de leer en este país". Debo entonces agradecer a muchos de mis maestros todas las horas que paso sin leer, sin más quehacer que el de la tele o la calle; por supuesto, las horasnalga desperdiciadas en platicas intelectualizadas y aburridas también cuentan.

 

Ante esto, supongo, la mejor manera de darle un reconocimiento a Jorge Luis Borges es la de invitar a leer su trabajo. Parece bastante estúpida esta idea, ya que lo propongo en una biblioteca y en una plática en honor a él; peor aún, este ciclo escolar ha sido llamado el año de la lectura. Sin embargo, se dice que en México se lee 2.4 libros al año por habitante. Sin querer sonar pesimista, esta cifra se me hace muy elevada para ser verdad. La mayoría de la gente que lee -lo que sea, no a Borges, Cortázar o Bunge- tomó el vicio en casa.

Sí, el vicio. Y es de esta manera que se trata el hecho de leer y peor aún el de escribir: se llega a pensar que se puede escribir sin leer.

 

Pero hablábamos de Borges que antes de escritor, poeta o intelectual, era lector, y lo era hasta el cansancio. Como dice Vicente Quirarte: "comprar un libro es merecerlo". Y uno debería merecer las adquisiciones que uno realiza; si uno compra coca y papas para comer esa es la alimentación que merece; lo mismo debería pasar con las lecturas que uno realiza. Aparentemente sí, mas en este país no se nos enseña a ligar o a seducir, a leer tampoco. Nunca o hasta hace poco, muy poco anuncian libros en la T.V. o en los medios de comunicación. Un filósofo llamado Walter Benjamin decía que a los libros, como a las mujeres, los podemos llevar a la cama; pero antes había que tener una seducción mutua, paciente y refinada… en México sería: "¿ton’s qué? ¿jalas o te vas a pie?". Otro tipo decía: "si tengo dinero compro libros y si me sobra compro pan". Esta es la visión de una cultura de letras y no de reliquias indigenistas ni historias para traileros, luchadores y comerciantes. Porque un libro es un viaje, una experiencia fuera de la realidad aburrida y estúpida de a diario, y el maestro Borges es eso y algo más. ¿Quién no ha pensado que el número de su casa es una charada, para un día confundirnos? ¿O nunca se han imaginado, perdidos en su colonia, en las calles que conocen y saben como son? Bueno, pues ahora imagínenlo, un día sientan eso, pues cuando cierran el libro volverán a este lugar extraño y espantoso, donde por cierto, la poca fantasía que nos queda se evita. Y las cosas serán igual, la madre de uno llorando en los rincones de la casa; el papá entre el colapso monetario y sentimental; en clases, un absurdo maestro que habla, habla, habla y sería lo mismo que callara. Sin embargo, esta la lectura, como la de Borges que puede hacer surgir un genio del aroma de las tenerías o el espíritu del bisabuelo de entre las costuras de los zapatos… porque al final solo queda esta pinche soledad… la soledad que la mayoría de los humanos solemos sentir, se alivia un poco con la lectura. Con el fabuloso vicio sabor caramelo de ron y yerba que es la lectura.

 

**Lectura hecha en la biblioteca Efrén Hernández de León, Gto., el día 24 de agosto para conmemorar el natalicio de Jorge Luis Borges.

 

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Se vende o regala inservible corazón.

Por: Gerardo Cruz.

Si no fuera por los recuerdos,

la vida de muchos de nosotros

no tendría sentido;

ya hubiéramos muerto

por inanición de nostalgia,

la vida nos hubiera orillado a la locura,

o simplemente,

a poner un anuncio clasificado en el periódico,

que diga en letra oscura:

" se vende o regala inservible corazón ".

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Las noches de primavera.

Por: Corico

Hoy la luna parece

un faro en medio de la obscura mar,

esas nubes alrededor,

olas rompiendo en espuma.

¿Y yo qué sería?

Algo más grande que esa cola de luciérnaga,

el que mira en la lejanía, Dios.

Desde el balcón de mi ventana

las casa blancas forman el cielo

y el azul intenso de primavera

la marina de sólo 9 horas.

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Atentamente.

Por: Corico.

A Guillermo Samperio.

Al llegar a casa y abrir la maleta no lo encontré, así que regrese a la tuya. Supe entonces por los vecinos que te encontrabas en la cárcel por asesinarlo. Al ver el tuyo solo, comprendí: no hay mejor venganza que "ojo por ojo y diente por diente", asi que me lo lleve. Descuida que tu corazón esta bien arropado y no te extraña.

Atte. tu exesposa.

 

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Crítica al V Informe de Gobierno del Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, Lic. Ernesto Zedillo Ponce de León celebrado en el Congreso de la unión de la Ciudad de México en miércoles 1º de Septiembre de 1999.

Por: Eneas.

 

EL MENSAJE DE INFORMACIÓN DEL INFORME DE GOBIERNO POR EL LIC. ERNESTO ZEDILLO PONCE DE LEÓN.

 

El mensaje público a la Nación sobre lo que idealmente era un resumen del Informe del V año de Gobierno de la Administración Pública Federal dirigida por el Lic. Zedillo y presentado por él, levanta muchas sospechas.

 

En sí, el mensaje está lleno de referencias a expectativas no cumplidas y a las que se comprometió una vez más cumplir con un optimismo poco propio para un evento como este. Habla de las expectativas cumplidas en su periodo de gobierno, es decir, de los cinco años precedentes, cuando el Informe debe ser la presentación del avance de la Administración Pública Federal en "un año" y fue más bien un informe quinquenal, además de muy escueto o por lo menos eso parece con lo presentado en el mensaje. Además algunas de las expectativas cumplidas presentan inconsistencias.

 

La excepción de esto es el apartado sobre la Política Económica "externa" que sí ha mostrado un buen avance en los "cinco años de su gobierno" (se recuerda que debía ser sobre el último año de gobierno); en contraste, las cifras presentadas sobre la Política Económica "interna" son funcionales y acertadas en gráficos pero en la logística de la vida social del país no funcionan al nivel presentado. Por ejemplo, se dice que de cada $hold_dollar1ºº que se gasta, .25 se usa en educación, y se afirma que es una cifra que ha aumentado, pero ese 25% del Gasto Público Federal que se dice se gasta en educación, no refleja el verdadero nivel de la educación en México, además no se dice que si ha aumentado esa cifra (no citada), de dónde se ha disminuido ese gasto. En el mismo tenor es la crítica en cuanto a lo que se dice del aumento en el rubro de la salud que tampoco se ve en términos reales y usuales, además de adelantar hechos sobre lo que se desarrollará este rubro y tratarlo como un hecho ya realizado.

 

Por otro lado, es muy conflictivo que hable sobre los logros, en términos muy generales y dispersos de los gobiernos estatales y municipales sin ejemplificar cuando, como lo he mencionado antes, el Informe debe hablar sobre la Administración Pública Federal y hago énfasis en "federal" ya que los gobiernos estatales y municipales no son, lógicamente, federales. En los mismos términos menciona los aciertos del Congreso de la unión que no es Administración Pública Federal porque no es "pública" por ser poder legislativo que ocupa de la "leyes".

 

Dos posibles aciertos del mensaje son el reafirmar que no habrá manejo económico federal por partidos políticos en las elecciones del 2000, sin embargo, habrá que ver si esto se realiza puesto que, sin duda, siempre ha ocurrido en todos los sexenios anteriores desde que comenzó la hegemonía del PRI.

 

El segundo, es manejar con mucho cuidado los problemas sociales de hoy y afirmar que no habrá violencia ni represión ante estos problemas que, entre líneas, se comprende, habla de Chiapas y el paro en la UNAM.

 

Por otro lado, no hace referencia directa a estos, los más grandes problemas sociales de 1999 junto con el FOBAPROA, y no llega a afirmar cómo sí se resolverán estos problemas, ni da la referencia mínima a esto.

 

Por último en este apartado, se afirma como lo ha referido en ocasiones anteriores muy escueto, los aciertos, lo bueno de la Administración y las expectativas a cumplir en el tiempo restante, pero no se toca el punto de los errores cometidos por la Administración Pública Federal y por ende, tampoco la resolución de estos errores.

 

RÉPLICA DEL INFORME POR PARTE DEL LIC. CARLOS MEDINA PLASCENCIA, DIPUTADO DEL PAN Y PRESIDENTE DEL CONGRESO.

 

En sí, la réplica fue poco precisa y sobre temas particulares, y pocos, además de ser muy personal y poco reflexiva, esto en sí, no es un error, pero según la ley faltó a dos puntos importantes que debió seguir.

 

El Presidente del Congreso debe contestar el Informe en términos concisos y generales.

 

El Presidente del congreso debe representar la 'Unidad del congreso'"

 

El mayor problema es que no representaba la opinión de la "Unidad del Congreso", sin embargo, es una labor difícil de llevar a cabo a unos cuantos minutos de escuchar el Mensaje del Informe por lo que tal vez sería bueno reconsiderar la eficacia de las reglas.

 

LO QUE SE GENERÓ EN EL CONGRESO ANTE ESTO.

 

En el discurso del Presidente Zedillo hubo quien alzó la voz a modo re réplica de lo que se decía. La aparición más notable fue la del Senador por el PRD Feliz Salgado Macedonio que hizo réplicas con poca madurez política.

 

Aún más notable fue la respuesta del congreso, específicamente la fracción del PRI, a la réplica de Medina Plascencia que resultó un alboroto desordenado con los diputados del PRI y senadores de varios partidos con ofensas al Presidente del congreso.

 

Otro grupo de Diputados de Oposición de varias fracciones partidistas, principalmente del PRD que de una manera incluso ridícula, hicieron mención a Porfirio Muñoz Ledo (en ese momento del PRD) que hace dos años hiciera la réplica del Informe.

 

Esta discusión, poco profesional y madura de Senadores y Diputados incluso violenta y exageradamente fuerte en contra y a favor de Medina Plascencia representa un hecho triste que descentra la atención al Informe de Gobierno para situarla en el triste hecho de la poca seriedad de los que representan el Poder Legislativo.

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A quien no está.

Por: JIGH.

Este poema era para alguien muy diferente,

pero aquí, te lo dedico por el amigo que eres. A +Jorge Chávez+.

Es inevitable pensar

dónde estarías,

en tus gestos, en tu rostro,

cómo serían;

cómo sería tocarte,

cantarte, amarte;

cómo sería intentar

escudriñar en tu mirada

y encontrar una sonrisa.

 

Es imposible decir

que no te quise,

como imposible es también

que estés aquí,

y asímismo el poder

perdón decir.

 

A veces quisiera borrar

aquello que cercenó

tu estancia aquí;

o los momentos que hicieron

llegar a esta decisión.

 

Pero no puedo,

y otras veces

ni lo quiero,

pues si no fuera por ello

tal vez no sería feliz.

 

Y junto a ella

te extraño,

y te pido mil disculpas

por no dar oportunidad,

tal vez de sufrir y llorar

o de reír y alegrar;

aunque en fin,

sin uno, lo otro

no tiene oportunidad.

 

Pero al fin, aquí estoy.

Y tú no.

Pero pienso que quisieras

que siguiera

yo hasta el fin.

Y yo se

que mi sonrisa

te hace a ti

también feliz.

 

Parte de mí

tú eres,

aunque no estés;

y te pido que acompañes,

y aún que conmigo formes

las huellas que dejen

mis pies.

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Número uno.

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